La eficacia de la gestión de gobierno en función de las demandas sociales como foco de análisis.
El resultado de las últimas PASO, más allá de la sorpresa que generó tanto en la población así como en el ambiente político y económico, nos deja entrever una vez más en el historial político argentino cierta falta de capacidad de nuestros gobernantes para detectar a tiempo las demandas sociales.La gran brecha lograda por el Frente de Todos sobre sus seguidores inmediatos, Juntos por el Cambio y Consenso Federal, puede leerse desde distintas ópticas. Pero hay un factor de análisis que podría considerarse clave a la hora de evaluar políticas gubernamentales: la eficacia de la gestión de gobierno como respuesta a las demandas sociales; factor en el cual el liderazgo político se desempeña como protagonista principal.
Alberto Fernández, candidato a Presidente de la Nación Argentina por el Frente de Todos en su visita de campaña electoral a la provincia de Tucumán.
El liderazgo y su aplicación práctica
La cuestión del liderazgo es un tema tratado desde hace tiempo desde diversos enfoques y por distintas ramas científicas como la psicología, la sociología y las ciencias empresariales.
Distintos autores a lo largo de la historia han desarrollado el tema, algunos enfocándose en las características de personalidad de los líderes, otros tantos analizando factores como la autoridad, la legitimidad o el contexto.
Dejando de lado el enfoque de análisis o ámbito donde se desarrolle y cualquiera sea el fin perseguido, el liderazgo se manifiesta y es aplicable a todo tipo de actividad social; así, el rol de conductor del líder es crucial.
Todo liderazgo se sustenta en la necesidad de lograr un determinado objetivo o sucesión de objetivos en pos de alcanzar un fin preestablecido. El líder de la institución familia velará por la seguridad y bienestar de los suyos, el capitán de un equipo deportivo potenciará el desempeño del grupo para ganar un campeonato, un estratega militar dirigirá su ejército en pos de ganar una batalla, y un sin fin de ejemplos más.
El liderazgo en la política
La conducción del líder político en busca de un objetivo compartido por la sociedad es una cuestión fundamental. Pueden existir personajes que por su carisma se perfilen o actúen como líderes de un grupo social determinado, pueden existir gobernantes que ostenten una posición de liderazgo formal; pero si unos y otros no conducen a su grupo social hacia los objetivos compartidos, el liderazgo se irá deteriorando y su capacidad de conducción, es decir su poder, pronto perderá vigencia. En tales circunstancias, serán sólo meros ocupantes de una posición que pronto se esfumará.
La situación en Argentina
Pareciera ser que este fenómeno ha quedado instaurado en nuestra historia política. Con tan sólo enfocarnos en el período comprendido desde el retorno a la democracia hasta la actualidad, la sociedad argentina ha sido testigo de los drásticos cambios de rumbo que los representantes de turno implementaron en su momento como política de gobierno a nivel nacional.
En todos los casos el ideario de fin perseguido y demandado por la sociedad que los dotó de autoridad, fue lograr el bienestar general de la sociedad en su conjunto. Y al hablar de bienestar general de la sociedad estamos haciendo referencia no tan sólo al aspecto económico, sino también a todo aquello referente a la seguridad, a la salud, la educación, la infraestructura urbanística y rural, al cuidado del medio ambiente, sólo por nombrar las demandas sociales habituales. Por ello la conducción, esa acción inherente a la figura del líder, debe ser eficaz para poder llevar adelante un gobierno que permita alcanzar los objetivos de interés de la sociedad.
El liderazgo político
El funcionario de gobierno puede enmarcarse según el concepto de “liderazgo formal”, aquel cuyo acceso a una posición de conducción (de poder) y toda la actividad inherente a ella se encuentran regulados por un marco legal determinado. Pero ello no es suficiente para lograr ese objetivo social compartido.
Vemos todavía a diario distintos Estados en que sus gobernantes sólo transcurren en el tiempo, que acceden al poder con una idea de gestión, con un plan a seguir, con un objetivo a perseguir, aquel compartido por la mayoría de la sociedad que le otorgó su posición de líder con la esperanza de lograr ese objetivo tan preciado, llámese seguridad, trabajo, salud, crecimiento económico, o todos ellos, es decir, mejor estándar de vida o bienestar general; pero la gestión queda trunca, el gobernante fracasa, su conducción fue inoperante, su liderazgo político fue ineficaz.
La falta de eficacia como determinante de la pérdida de poder.
Este cuadro de la realidad política deriva, entre otras cosas, en el desprestigio creciente que las sociedades van internalizando respecto de sus gobernantes, la denominada crisis de representación. “El Estado no es más que una máquina situada dentro de la nación para servir a ésta”, sostiene Ortega y Gasset. Hace falta un plus. No basta con las buenas voluntades de gestión gubernamental si tal gestión no avanza hacia el bien social demandado.
Las causas de ese divorcio entre las demandas sociales y el rumbo propuesto por la gestión gubernamental pueden deberse a una diversidad de factores, tanto internos como externos. Es sabido que las presiones internas así como los vaivenes políticos, sociales y económicos del contexto internacional, interfieren o dificultan muchas veces la labor gubernamental; pero no es esto lo que aquí se trata.
Cristina Fernández de Kirchner, ex Presidente de la Nación Argentina.
Lo que se plantea es esa falta de previsión o incapacidad de detección de lo que la sociedad reclama, o en su defecto, la falta de capacidad de respuesta operativa para reorientar el rumbo de gobierno; ¿falta de capacidad?, ¿tozudez?, ¿mal asesoramiento?, ¿burocracia inoperante? Puede haber de todo un poco.
Los finales de Raúl R. Alfonsín, Carlos S. Menem, Fernando de la Rúa, Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri en la actualidad (teniendo en cuenta los resultados de las PASO próximas pasadas), son un reflejo del divorcio entre la demanda social y la política gubernamental.
¿Cuál es la realidad de nuestros líderes políticos?
Muchas son las cualidades o bondades que se atribuyen a la figura del líder. Al líder político puede asociárselo con diversos adjetivos: carismático, transaccional, autoritario, innovador, burocrático, etc. Pero tales virtudes en el espacio político de nada servirán si no contribuyen al logro del fin perseguido. “Ser político es relativamente fácil, cualquiera puede ser político, pero utilizar la política como herramienta para construir una comunidad, para dotarla de sentido, para transmitir esperanza, visión, etc., muy pocos lo han logrado”, sostiene el escritor Gerardo Laveaga.
Este mismo autor, basándose en el estudio de diversas personalidades que demostraron capacidad de liderazgo en distintos tiempos y contextos, enumera tres características comunes de los líderes de gobierno:
Una energía descomunal orientada al trabajo, entusiasmo en la función.
Una visión clara, un sentido de rumbo y determinación para llegar al objetivo.
Buena comunicación social, entendida como la capacidad de rodearse de personas que comparten esa visión y que contribuirán en transmitirla a la sociedad.
¿Manifestaron los presidentes nombrados tales características? Es probable que en algún momento de sus gestiones hayan demostrado contar simultanea o alternativamente con algunas de ellas; pero la historia nos demuestra que tales cualidades no fueron lo suficientemente consolidadas como para permitirles afianzar su liderazgo político o que les permitiera promover a un sucesor que diera continuidad a su gestión de gobierno.
Es sabido también que cualquier ciudadano argentino puede llegar a ocupar un cargo gubernamental y transformarse en un líder formal. La diversidad de perfiles y de capacidades profesionales de los funcionarios públicos tanto a nivel de Estado Nacional así como Provincial y Municipal lo demuestran. Pero no cualquier ciudadano reúne las cualidades necesarias para transformarse en un líder político eficaz. El proceso de maduración puede llegar a ser muy largo.
Mauricio Macri, Presidente de la Nación Argentina.
Las demandas sociales como guías del liderazgo político
Volviendo sobre la cuestión de la conducción, cualquiera sea el contexto social, cualesquiera sean los atributos personales o el estilo de liderazgo que demuestre un gobernante en su función, si no logra ese cometido esperanzador que la sociedad demanda, o avanza hacia él, de nada servirán sus cualidades ya que habrá fracasado y su liderazgo quedará deshecho.
Más allá del nivel de desarrollo y bienestar que una determinada sociedad haya logrado como producto de la gestión gubernamental, siempre hará falta un liderazgo político eficaz que sepa detectar, proyectar y gestionar las necesidades sociales que se demanden, pues tal demanda social va mutando, se va reconfigurando. La conducción hacia ello es la clave, ahí vemos plasmada la importancia que tiene la eficacia del liderazgo en la función de gobernar.
Una vez más, en las próximas elecciones presidenciales del 27 de Octubre de 2019, nuestros representantes políticos serán puestos a consideración de la sociedad para asumir la responsabilidad de conducir a la nación hacia un modelo (sea cual fuere) reclamado por la mayoría. Esperemos que el electo tenga la lucidez necesaria para mantener un liderazgo político eficaz a largo plazo.
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