Por J. González Costilla
El Frente de Todos atraviesa momentos críticos, hoy por hoy está en pleno proceso de segmentación.
Por un lado, los movimientos sociales que conforman su estructura clientelar representados por Pérsico, Navarro, Juan Marino y Juan Grabois, entre otros, están a la espera de un guiño del gobierno que diluya el temor de un ajuste en los planes sociales; pero por otro lado, la única certeza que existe es el compromiso de Sergio Massa de cumplir con las metas de ajuste acordadas por Martin Guzmán con el FMI.
Ante este panorama los movimientos sociales están en latente ebullición, no solo miran de reojo a Massa sino que también a Cristina ya que la misma, en uno de sus últimos discursos, dijo que esto de los planes sociales a mansalva no es gobernar, planteando un giro político sobre este tema. También los sindicatos parecen estar cada vez más presionados por su cuestionado rol en las negociaciones de paritarias a la baja que chocan contra una pared inflacionaria que licuan el poder adquisitivo del salario de los trabajadores día a día.
Es por ello que están “apretando” para que en la próxima oferta electoral la lista oficial contenga alguno de sus referentes. Máximo Kirchner dijo en declaraciones recientes que no es tiempo de pensar en candidaturas si no en los trabajadores, por lo que se deja entrever el pulgar abajo de Cristina para las aspiraciones de los sindicalistas, en base a esto se puede decir que el cristinismo le está marcando la cancha a los movimientos sociales y a los sindicatos.
Otro proceso interesante que se está dando es la discusión en el propio seno del Partido Justicialista donde se cuestiona la forma en que Cristina interviene, por ejemplo, se cuestiona cómo designo a Alberto Fernández a candidato presidencial en aquella oportunidad. La vicepresidenta no actuó de manera orgánica al partido, imponiendo un candidato a “dedo” sin el debido proceso. Aquí lo que pasa es que se entiende desde el partido que la situación económica es tan desastrosa que puede poner en peligro la continuidad histórica del movimiento justicialista ante la magnitud del fracaso, como lo ocurrido con el radicalismo post Alfonsín y post De La Rúa.
Ante este cuestionamiento Cristiana Fernández se muestra desafiante, convocando a un acto en el día de la militancia peronista, donde concentró a casi todo el arco dirigencial, dejando al partido como un simple sello de goma sin la capacidad de movilización y de convocatoria que ella ostenta.
Todos estos factores de poder que componen el frente de todos están en ebullición porque saben que se va a empezar a cocinar el plato principal que alimentara las expectativas electoralistas de cada uno de estos componentes, y ninguno quiere quedar sin su porción, es decir, la discusión por la distribución de los recursos del presupuesto 2023, ahora bien, ¿cuál es la porción de la Cámpora en este menú? Para tener una idea de la respuesta a este interrogante hay que tener en cuenta que, sin ninguna duda, la dirigente con más caudal electoral dentro de la coalición del Frente de Todos es la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y que también es la dirigente que tiene la real capacidad de transferir sus votos a una eventual formula que no esté integrada por ella. Estos dos aspectos la colocan, por un lado, como la principal referente de unidad de este espacio ya que las posibilidades de rupturas solo pueden darse desde esa dirección (las demás estructuras y referentes siguen apostando a la unidad porque se sienten incapaces de generar una alternativa electoral competitiva sin el aditamento «cristinista»), y por otro, es la dirigente que pone orden en la coalición.
En este sentido el rol de Cristina, al menos por ahora, es ser la de ordenadora de las tensiones internas; es por ello que puede ser factible que desde los sectores más afines al kirchnerismo duro se esté pergeñando una fórmula que surja del seno de La Cámpora, ya sea el propio Máximo Kirchner, Wado de Pedro o el Cuervo La Roque. Teniendo en cuenta esta posibilidad ahora es más fácil imaginar la porción del menú que se llevará La Cámpora. Esto se da con mayor razón debido a la floja perspectiva de competencia que presenta el Presidente. Si bien Alberto Fernández está tratando de reconstruir su imagen enfocando su agenda al escenario internacional en una jugada para desentenderse del actual panorama económico, donde la inflación «galopante» y la casi inminente estampida del dólar parecen ser responsabilidad pura y exclusiva de Sergio Massa, la verdad es que el deterioro ya es irreversible.
Ahora bien, la actual coyuntura económica amenaza con llevarse puesto también al actual ministro de Economía, ya que lo más probable sea que todas las medidas anunciadas hasta ahora no alcancen para revertir la crisis actual. Ante tal situación, es decir la imagen negativa de Alberto Fernández y el intenso desgaste de Sergio Massa que dejan a ambos competidores marginados a un segundo plano en las internas políticas, es que la actual vicepresidenta, en su rol de “ordenadora” del Frente de Todos, este gravitando sobre los factores de poder mencionados buscando un consenso para impulsar su candidatura o la de los integrantes de La Cámpora. La carrera ya comenzó y Cristina está apretando el acelerador al “Máximo” con la pista casi despejada.
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