Por J. González Costilla
Alrededor del mundo se está dando una notable tendencia a la «derechización» de la sociedad; es tan así que se considera una suerte de epidemia ideológica y Argentina no está ajena a este fenómeno. Aquí el que mejor representa esta tendencia es Javier Miley.
Miley es un fenómeno curioso, en la construcción de su personaje mediático decidió pelearse con el peine y la política; la primera decisión corresponde al marketing, a la necesidad de complementar su imagen de genio con la cabellera desaliñada, como la de Beethoven o Einstein; la segunda tiene que ver con la necesidad de representar a un amplio sector de la sociedad que encuentra en la anti política la mejor expresión que los representa.
Miley es un fenómeno además porque tiene la capacidad de seducir a los ciudadanos de diferentes estratos sociales, ricos o pobres, empresarios o trabajadores, emprendedores o “planeros”; muchos sucumben ante la verborragia del referente de la escuela austriaca.
Aunque parezca impensado, Miley mide bien tanto en la ciudad autónoma de Buenos Aires como en el distrito de la Matanza, su discurso duro y sus formas que rozan con lo neurótico agradan en un país golpeado y desencantado de la política como producto de la corrupción y por los vaivenes económicos. Esto es así porque principalmente ataca a lo que él llama la casta privilegiada, la casta política que tanto mal le hace al país y a la sociedad.
Otra virtud sobresaliente del economista es su imagen de genio y de inmaculado. Para muchos Miley es un «fuera de serie» en su disciplina y no está salpicado con lo negativo del ambiente político; y mucho menos es un parásito del estado (esta idea quedó reforzada porque Miley sortea todos los meses su sueldo de diputado). Por supuesto que Miley tiene muchas otras virtudes pero con las mencionadas alcanzan para tener una idea de cómo y porqué se está posicionando fuertemente en la arena política, es decir, Miley transmite la imagen de una nueva estirpe de político honesto y desinteresado.
Este buen posicionamiento le permite realizar cosas impensadas, por ejemplo, ha logrado revalorizar a dirigentes, a personajes políticos y a doctrinas un tanto olvidadas, muchas por su impacto negativo en la sociedad. Su reivindicación a Domingo Cavallo y al programa neoliberal de Menem son ejemplos de ello. Por otro lado en Tucumán ha puesto en valor a Ricardo Bussi, un dirigente para muchos muy devaluado, y es en este sentido que Miley se parece al rey Midas: lo que toca lo vuelve valioso.
Así también en la tierra de los caudillos y los profetas, Miley se percibe como el mesías que, a estas alturas, donde siempre estamos pifiándola luego de tantos años de democracia, y más ahora con tan alto nivel de deterioro social, económico y político, es lo que el país necesita: un político de nuevo orden.
No obstante la cosmovisión del discípulo de la Escuela austriaca se centra en solucionar los problemas estructurales de la Argentina con recetas neoliberales, sin atender a las particularidades de nuestro país. Desde ese punto de vista, Miley sostiene la misma doctrina de algunos de nuestros próceres, como es el caso de Sarmiento o Alberdi, es decir, la intención de «europeizar» a la Argentina sosteniendo que todo lo autóctono es negativo y todo lo ajeno es positivo.
Este concepto es conocido como mesianismo invertido, donde su intención no es realizar un país, sino fabricarlo en base a modelos de referencia netamente foráneos, sin atender a la concreta realidad social y cultural de nuestra patria.
De ahí que la imagen de mesías de Milei no sea un fenómeno nuevo, sobre todo si sus ejemplos son Cavallo, Menem y la doctrina neoliberal: basta con ver lo que sucedió en los 90 en nuestro país con esas políticas, con la pérdida de derechos sociales y la liberalización de la economía, por ejemplo.
Tal vez aquellos seducidos por Miley en los diferentes estratos sociales, donde hay trabajadores, empresarios y «planeros», se tengan que preguntar si con este mesías y su modelo, las pocas cosas buenas que quedan aún en este país en materia social y de derechos, que tanto nos costaron conseguir, continuarán como están; o que tal vez el mesianismo invertido se transforme en un Midas al revés y todo lo que este toque se transforme en otra sustancia amarilla que no es oro.