Por J. González Costilla
Sobre la cima de la política de Tucumán rige de manera recia una súper estructura que vista desde el pie de la colina política puede parecernos a los monstruos indomables de cuatro aspas de la clásica novela de Cervantes.
Si bien no deja de ser un molino grotesco y arcaico, sigue siendo un hueso duro de roer ya que se sostiene sobre un andamiaje social, político, económico y cultural bien arraigado, con prácticas electoralistas polémicas y a veces consideradas non sanctas, que desde hace tiempo están muy naturalizadas en la sociedad, y que resisten de manera estoica los embates del cambio de época, de la globalización y de la modernidad.
Como mencioné, este molino de ingeniería básica pero efectiva cuenta con cuatro aspas que retroalimentan el sistema hasta el límite de la cristalización política. Analizando cada una de ellas tenemos que social y culturalmente, el partido justicialista mantiene una envidiable oxigenación electoral que le brinda el célebre «pulmón peronista» del interior de la provincia; el gen peronista está fuertemente arraigado en el ADN de la población en gran parte de estas regiones. Esto le permite contar con una gran base electoral compuesta por un voto de carácter adherente, dejando poco margen a los que los politólogos denominan voto de opinión, ha diferencia de este último, el voto adherente no muda de preferencia y se compone por seguidores de «culto», como se conoce en la jerga de la disciplina.
Este voto es de raíz residual y se asocia a la conducta partidaria y a la tradición, es decir, que como lo indica esta breve descripción, en algunos lugares el peronismo es una forma de religión. Estas particularidades sociales y culturales constituyen dos de las cuatros aspas del molinete medieval.
Las otras dos son la sideral caja de financiamiento que maneja de manera discrecional, que funciona como el mana de esta seudo religión, y que incluso atrae a infinidad de conversos que llegan de diferentes espacios tan disimiles y de tanta distancia ideológica con la doctrina del general, y que llama la atención el poder de efecto aglutinador de este mana dentro de la provincia sobre algunos reconocidos progres y correligionarios. Después del poder económico, el peronismo cuenta a su favor con el aspa política con su particular diseño electoral en la provincia. El actual diseño de colectoras es una poderosa arma que brinda una gran ventaja para la estructura dominante, cabe recordar que este modelo electoral es considerado como un sistema que promueve democracias de baja intensidad, y con este actual sistema nuestra democracia sufre una mella tremenda que afecta profundamente a la competencia electoral, acentuando las asimetrías.
Ahora bien, después de este breve análisis de los principales pilares de la estructura peronista en la provincia, nos centraremos en el rol que pretende tener la oposición frente al monstruoso molino.
El principal referente opositor de acuerdo a las escuetas es Roberto Sánchez. El actual diputado cuenta con una amplia aceptación dentro de su espacio y dentro de la sociedad en general; su gestión en la intendencia de la cuidad de Concepción es uno de sus principales caballos de batalla, por lo cual, al igual que el tozudo hidalgo de la novela de Cervantes que tenía a Rocinante como su fiel corcel, Sánchez va montado sobre su impecable gestión y su notable aceptación social para enfrentar al monstruo.
Por otro lado también llega a la batalla electoral con una sólida armadura que basa su blindaje en un alto porcentaje de imagen positiva, muy alejada de escándalos de corrupción y de cuestiones afines que hoy en día son muy transversales en todas las esferas de poder. Pero estos atributos no alcanzan para tener éxito contra la ingeniería del molinete nacional y popular. Por un lado la «mesa redonda» de la coalición Cambiemos tiene que definir la unidad para terminar de forjar la lanza y la espada con las que contará el moderno caballero. El problema, creo yo, radica en la cuestión de que en esta analogía del quijote, por lo menos el otro dirigente importante de esta coalición política no quiere ser el Sancho Panza de la historia, con esto hago referencia al actual intendente de la capital tucumana. Es más, el rol de Alfaro tiene que ser mucho más activo que el del Sancho de la novela, no puede ser un simple espectador como aquel, sino que esta vez tiene que ir a la batalla plena, por lo tanto tiene que entender que es muy meritoria su posición dentro de ese esquema.
Pero ¿por qué Sánchez tiene el rol del quijote y no Alfaro? Las diferencia están a la vista y los guarismos en estos casos son muy claros. Comparando las encuestas Sánchez va montado en un poderoso corcel, mientras que Alfaro cabalga en un jamelgo poco digno de un caballero que va a enfrentar semejante empresa; por otro lado la armadura de Alfaro está debilitada y oxidada, la pátina del desgaste la ha disminuido notablemente como consecuencia de la transversalidad mencionada, por lo tanto no sería descabellado, teniendo en cuenta estas consideraciones, que tanto Alfaro como el resto de los dirigentes de Cambiemos evalúen subirse al caballito de batalla del actual diputado para cabalgar juntos y conformar así el ariete que enfrente la superestructura peronista. Quien no dice que en esta nueva historia el «Quijote amarillo» y sus escuderos derrumben el molino, o por lo menos destruyan alguna de sus aspas.